martes, 23 de octubre de 2012

No nos podemos detener


Rev. Gustavo Martínez Garavito
Jamás el propósito de Dios se ha detenido ante cualesquiera que
 
Rev. Gustavo Martínez Garavito
Jamás el propósito de Dios se ha detenido ante cualesquiera que sean las circunstancias, Dios siempre ha llevado a cabo lo que se ha propuesto dentro de su programa, dentro de sus propósitos. No ha existido nadie en el mundo que haya podido frenar, que haya podido detener el propósito de Dios.

“Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo: Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel. Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie. Desde el desierto y el Líbano hasta el gran río Éufrates, toda la tierra de los heteos hasta el gran mar donde se pone el sol, será vuestro territorio. Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé. Esfuérzate y sé valiente; porque tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos. Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó...” Josué 1:1-7.
Jamás el propósito de Dios se ha detenido ante cualesquiera que sean las circunstancias, Dios siempre ha llevado a cabo lo que se ha propuesto dentro de su programa, dentro de sus propósitos. No ha existido nadie en el mundo que haya podido frenar, que haya podido detener el propósito de Dios.
En ocasiones algunas circunstancias tratan de detenernos, de hacernos dudar, de hacernos sentir solos, de desanimarnos; no obstante, el programa de Dios sigue adelante, no hay quien lo detenga, no hay quien lo pueda deshacer, lo que Dios a dicho eso se hará. La Biblia dice: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35); esta Palabra es fiel, sus promesas son fieles, y todo lo que Dios a dicho tendrá un exacto cumplimiento.
“Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová…” (v.1). Era un momento de transición, las circunstancias eran muy difíciles, especialmente para el pueblo, habían visto en Moisés un respaldo único de parte de Dios. Josué conocía como este pueblo se rebeló en varias ocasiones y trató hasta de apedrear al siervo de Dios, era un pueblo de dura cerviz. Josué sabía quién era Moisés, por estas razones no le pareció fácil asumir esta gran responsabilidad.
Josué había estado cerca de Moisés, recordemos que él estuvo esperando a Moisés en la parte baja del monte; y permaneció allí todo este tiempo sin vacilar, sin claudicar, sin pensar nada negativo; cuando Moisés descendió al primero que vio fue a este fiel servidor; mientras tanto el pueblo había abandonado el propósito de Dios y se había corrompido; pero Josué estando solo permaneció fiel, era un hombre humilde, era uno que conocía lo que es la autoridad.
Josué conocía el pueblo, estoy seguro de que se sentía nervioso, temeroso, pequeño, insignificante, no sabría qué hacer, estaba tal vez lleno de nostalgia; porque había partido a la eternidad un hombre especial, una persona con unas capacidades extraordinarias y con un liderazgo y un respaldo de Dios. El Señor comenzó a tratar con su corazón y hacerle entender, que ahora que había partido Moisés, ahora entraba una nueva etapa para el pueblo, pero que él era el escogido, era la persona que Dios se había fijado y que era un privilegio, pero a la vez una gran responsabilidad. Josué quizás imaginó en su mente todo el recorrido y todas las bendiciones que Moisés recibió, pero también todos los ataques, toda la persecución, y todas las amenazas que habían venido contra Moisés y ahora podría venirse contra él.
Dios le dice a Josué: “Mi Siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán” (v.2); como diciéndole que no se dejara abrumar por la tristeza, por los pensamientos, que era el momento que Dios le ha designado. Dios le asigna esta responsabilidad y le dice: “Tú repartirás a este pueblo por heredad la tierra de la cual juré a sus padres que la daría a ellos” (v.6).
Y le da los linderos, le asigna desde que lugares ellos iban a poseer esta tierra (v.4). Pero le da una promesa: “todo lugar que pisare la planta de vuestro pie” (v.3); aunque Dios le había dicho de tal sitio hasta tal lugar, no significa que tuviera que encasillarse y encerrarse sólo en ese territorio, porque aquí hay una promesa, les ha entregado todo territorio, en Dios no hay limitaciones.
Si en esta Obra no hay visión, no se hubiera podido lograr nada, no se hubiera podido avanzar; otros en lugares con mayores recursos, con mayores posibilidades, no han podido avanzar, porque ellos mismos se han puesto limitaciones.
No le ponga limitaciones a Dios, porque Él es un Dios amplio, es un Dios de visión, es un Dios grande, Dios respalda la visión. Cuando avanza mirando al Señor, no mirando la dificultades, no mirando la crisis, no mirando la amenaza, no oyendo lo negativo, sino creyéndole al Dios Todopoderoso logrará avanzar, logrará conquistar y realizar lo que otros no pueden hacer; puede ver lo que otros no ven, donde otros ven fantasmas, donde otros ven peligros, donde otros ven desiertos; usted podrá ver frutos, podrá ver bendición, podrá ver crecimiento, podrá ver desarrollo, podrá ver avance.
El Jordán era el que los dividía, el impedimento era el río, hasta allí habían llegado, pero ahora Jehová le dice: “Levántate y pasa este Jordán”. Dios le da la orden de cruzar el Jordán y de arrebatar la bendición y de hacer provisión para la conquista; no nos podemos detener por las dificultades, hay que avanzar, hay que seguir adelante, el Señor no se detiene y si Él no se detiene sus hijos no se pueden detener.
Esta Obra no se puede frenar, Dios seguirá proveyendo, Dios seguirá abriendo puertas, Dios seguirá al frente; el día que nosotros no estemos, Dios levantará a otros, pero esta Obra avanzará, esta Obra es de Dios. Amén.

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