jueves, 21 de junio de 2012

¿Para qué soy útil?


Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos. – Efesios 6:18.

Mi abuela, que murió con casi cien años, vivió durante unos quince años en un pequeño alojamiento acondicionado para ella en casa de mis padres. Desde mi habitación, a menudo, en cualquier momento del día y aun de la noche, la oía orar. Se dirigía en voz alta a su Padre celestial y le hablaba de cada uno de aquellos a quienes ella amaba.

Pero como muchas personas de edad, decía que se sentía inútil y no entendía por qué el Señor no se la llevaba con él. Pero el Maestro (como a menudo ella designaba a Dios) sabía lo que hacía y sin duda, a sus ojos, las oraciones de la abuela tenían mucha utilidad.

Ella me recuerda a esta otra mujer del evangelio: Ana la profetisa. Ya de edad muy avanzada, no se apartaba del templo, en donde servía a Dios con ayunos y oraciones noche y día (Lucas 2:36-37).

Sin duda, entre los lectores de estas líneas, hay creyentes que la edad o la enfermedad obligan a estar inactivos físicamente. No crean que son inútiles, muy al contrario. Piensen en ese combate espiritual que se libra mediante la oración. Josué no habría logrado la victoria contra Amalec si Moisés hubiera dejado de levantar sus manos en oración (véase Éxodo 17:8-16). A Dios le agrada intercesores que tienen tiempo para orar por su familia, sus hermanos en la fe, así como por todos los hombres.

Fuente:Amen-amen

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