lunes, 16 de abril de 2012

Paz en medio de la guerra: “A Jesucristo Ven Sin Tardar”


En 1859, Estados Unidos se encontraba en un conflicto interno sin precedentes: La Guerra Civil. Los dos bandos enfrentados fueron las fuerzas de los estados del Norte contra los estados del Sur, que proclamaron su independencia.
La lucha, que culminó en 1865 dejando un millón treinta mil bajas, se caracterizó por las marchas de guerra que entonaban bandos rivales; no obstante, miles de soldados refugiaban su espíritu en himnos cristianos.
Casi todas las noches, se escuchaban a grupos de hombres entonar el himno “A Jesucristo Ven Sin Tardar”, compuesto por George Frederick Root.
Este autor nació el 30 de agosto de 1820 en Sheffield, Massachusetts. Flauta en la mano, dejó su comunidad agrícola de Boston a los 18 años con el sueño de unirse a una gran orquesta. Poco después, trabajó como organista en una iglesia local. 
En 1850,  hizo un viaje para estudiar música en Europa, permaneciendo en Viena, París y Londres. En 1856 se convirtió en dueño de una empresa editorial y líder en la enseñanza musical en Estados Unidos de mediados del siglo 19.
Antes de la guerra civil, comenzó a componer y publicar canciones cristianas, muchas de estas reconocidas por el New

George Frederick Root.

York Times. Himnos, como  “A Jesucristo Ven Sin Tardar”, fueron recopilados y editados en distintos volúmenes de música cantados en las escuelas, iglesias y centros musicales. 
Root fue galardonado con el grado de Doctor Musical por la Universidad de Chicago en 1872, formando parte del Salón de la Fama de la Música Estadounidense. En 1985 murió en Bailey Island, Maine, a la edad de 75 años.
“A Jesucristo ven sin tardar” llegó a los cristianos latinoamericanos gracias a Juan Bautista Cabrera. Este reconocido pionero protestante español tradujo el cántico durante su exilio en Gibraltar en el año 1865.

1
A Jesucristo ven sin tardar,
Que entre nosotros hoy él está;
Y te convida con dulce afán,
Tierno diciendo: “Ven”.
 Coro
¡Oh cuán grata nuestra reunión,
cuando allá, Señor, en su mansión,
contigo estemos en comunión
gozando eterno bien!
2
Piensa que él sólo puede colmar
Tu triste pecho de gozo y paz;
Y porque anhela tu bienestar,
Vuelve a decirte: “Ven”.
3
Su voz escucha sin vacilar,
Y grato acepta lo que hoy te da.
Tal vez mañana no habrá lugar.
No te detengas; ven

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