viernes, 20 de abril de 2012

Biografías de Hombres de Oración.

Jerónimo Savonarola, 1452-1498, Florencia, Italia

Cuando era niño, tenía la costumbre de orar. A medida que fue creciendo, su fervor en la oración y el ayuno aumentaba. Pasaba muchas horas seguidas orando. Dios le hablaba en visiones. La oración era su mayor consuelo. Decidió vivir en un monasterio, donde se dedicó con más ánimo en la oración. En una visión Dios le ordenó que predicara todas las calamidades que sobrevendrían a la Iglesia. Así lo hizo. Su fervor por la oración aumentaba día por día, así como su fe. Frecuentemente, cuando oraba, caía en éxtasis. Pasaba noches enteras orando. En todas partes donde predicaba, sus sermones contra el pecado producian profundo terror. Sintiendo la inminencia del Juicio de Dios, predicaba contra el vicio, el crimen y la corrupción desenfrenada de la religión católica. Por predicar contra el pecado, fue amenazado, excomulgado y finalmente, mandado a ahorcar por orden de las autoridades católica. Jerónimo es considerado el Precursor de la Gran Reforma.

Martín Lutero, 1483-1546, Eisleben, Alemania

Cuando Martín tuvo uso de razón, su padre le enseño a arrodillarse al lado de su cama, por las noches antes de acostarse, rogandole a Dios que el pequeño recordara el nombre de su Creador. Sus padres lo enviaron a estudiar. Acostumbraba decir que “orar bien es la mejor parte de los estudios”. Un colega después escribió de Martín que cada mañana él comenzaba su día con una visita a su congregación y una oración a Dios. Después de experimentar una noche de rayos y truenos, Martín prometió hacerse monje católico si se salvaba. Dedicó su vida en el monasterio al estudio de la Palabra. Al descubrir por gracia de Dios que “los justos por la fe vivirán”, la oración tomó otro sentido. No fue más un ejercicio sin sentido, sino una comunión con Dios. El escudriñar la Palabra y la oración lo llevó a escribir sus 95 tesis los cuales clavó en la puerta del Castillo de Wittenberg, argumentando que Cristo deseaba el arrepentimiento y la tristeza por el pecado. Esto causó que fuera excomulgado de la religión católica. Al ser llamado a enfrentar a una gran asamblea de autoridades religiosas y civiles, inclusive el Papa, paso la noche anterior en vigilia, postrado con el rostro en la tierra, llorando y rogandole a Dios. Uno de sus amigos lo escuchó orar así: “…Te pido que estés junto a mí contra la razón y la sabiduría del mundo. No es mi causa sino la tuya. ¿Qué tengo yo con los grandes de la tierra? Es tu causa, Señor, tu justa y eterna causa … ven, estoy dispuesto a dar, como un cordero, mi propia vida. El mundo no conseguirá atar mi conciencia, aun cuando esté lleno de demonios; y si mi cuerpo tiene que ser destruido, mi alma te pertenece, y estatá contigo eternamente…”. A pesar que fue excomulgado y fue considerado un criminal, Dios lo protegió. Fue escondido y durante tres meses tradujo en su totalidad el Nuevo Testamento en alemán. En su vida familiar, Martín y su familia oraban hasta sentir la presencia de Dios entre ellos. Martín tenía por costumbre orar durante horas enteras. Decía que si no pasaba dos horas orando por la mañana, se exponía a que Satanás ganase la victoria sobre él durante ese día. Alguien dijo de él: “El tiempo que él pasa orando produce el tiempo para todo lo que hace”. Al sufrir un ataque al corazón, antes de morir, clamo al Señor: “Voy a entregar mi espíritu … ¡Oh, mi Padre Celestial! Dios mío, Padre de nuestro Señor Jesucristo, en quien creo, a quien prediqué y a quien confesé, amé y alabé…”. Martín es considerado el Gran Reformador.

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