viernes, 25 de mayo de 2012

El Diluvio ¿Había suficiente agua?


Algunos de los que pretenden desacreditar el relato bíblico del diluvio han dicho que sencillamente no había agua suficiente para cubrir las montañas, como se dice en la Biblia.

En el relato se menciona que “las aguas subieron mucho sobre la tierra; y todos los montes altos que había debajo de todos los cielos, fueron cubiertos” (Génesis 7:19).

La Escritura nos dice que “fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas” y que estuvo lloviendo durante “cuarenta días y cuarenta noches” (vv. 11, 4). Dice además que “se reventaron las fuentes del mar profundo” (v. 11). Esto bien puede referirse a grandes depósitos subterráneos de agua, la cual fue arrojada con tremenda fuerza hacia la superficie. Con todo esto, resulta claro que de repente hubo una cantidad descomunal de agua.

Quienes no aceptan que pudo haber agua suficiente, suponen, entre otras cosas, que la topografía actual es igual a la que existía en la época de Noé. Pero esto, al parecer, no es así. En Génesis 1:9 se nos dice que las aguas de la tierra (mares, océanos) se encontraban todas juntas en un solo lugar. En la actualidad, como sabemos, los continentes se encuentran en distintas partes y las aguas no están juntas. Bien puede ser que la topografía actual de nuestro planeta es, cuando menos parcialmente, el resultado del tremendo trastorno geológico ocasionado por un diluvio universal.

Una noticia fascinante que recibió poca atención apareció el 8 de marzo de 2002, en el sitio en Internet de la revista Nature (www.nature.com/nsu/020304/020304-10.html). “Los geólogos han encontrado agua donde menos la esperaríamos: 1.000 kilómetros bajo la superficie de la tierra”, decía el informe. “Aquí, rocas sometidas a temperaturas de más de 1.000°C y oprimidas bajo grandes presiones, pueden contener como cinco veces más agua de la que hay en todos los océanos del planeta”. El artículo mencionaba que un grupo de geólogos japoneses había llegado a la conclusión de que una gigantesca cantidad de agua estaba encerrada en los minerales fundidos, sometidos a unas altísimas temperaturas e inmensa presión, que rodean el núcleo de la tierra.

Esta conclusión da lugar a algunas intrigantes posibilidades a la luz de la declaración bíblica de que “fueron rotas todas las fuentes del gran abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas”.

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