martes, 27 de diciembre de 2011

Arma espiritual para combatir el narcotráfico


Mientras los narcotraficantes buscan formas creativas de vender su producto, las autoridades se arman para detenerlos. De esta forma la guerra anti-drogas se vuelve cada vez más intensa.
Panamá es el puente entre los narcotraficantes colombianos y sus clientes estadounidenses. Eso está forzando a los gobiernos colombiano y panameño a trabajar juntos para impedir el tráfico.
El campo de batalla es una remota selva ubicada en la frontera entre ambos países. Es aquí donde una tribu indígena está atrapada entre las fuerzas del bien y el mal: los Kuna.
Las islas en la costa caribeña de Panamá son la patria de los Kuna. Es difícil imaginar que un lugar tan hermoso como estas islas pueda ser escenario de una intensa guerra, pero eso es exactamente lo que ocurre.
En particular la isla de Ustupu, cerca de la frontera con Colombia, es un lugar raramente visto por turistas, donde la vida sigue siendo como hace siglos.
Los Kuna de Ustupu son un pueblo tranquilo que se gana la vida del mar. Los pescadores salen al amanecer en sus canoas, y se sumergen para atrapar los peces.
Pero es así como surgen los problemas. Los narcotraficantes a veces dejan paquetes de cocaína flotando cerca de las islas, esperando que el producto sea llevado a la ciudad. Esto disminuye el riesgo para el traficante pero pone en peligro la vida de los Kuna.
María, es una mujer kuna cuya identidad protegemos. Ella explica que los traficantes vienen casi siempre durante la noche, y la gente se niega a decir a las autoridades porque los narcotraficantes han amenazado con matarlos si lo hacen.
En un lugar escondido de la costa donde los Kuna entierran a sus muertos, es donde también esconden la droga.
En la comunidad existe una norma que prohíbe el ingreso de drogas a la isla, así que los pescadores que encuentran droga la esconden hasta ver cómo deshacerse de ellas. Como resultado algunos kuna se han vuelto adictos a la cocaína.
Trabajo misionero
Pero hay otro grupo que está tratando de influenciar a estos isleños: misioneros cristianos. Mientras los narcos intimidan y amenazan, estos evangelistas traen las buenas nuevas del amor de Dios.
Keith y Wilma Forster han dedicado sus vidas a ayudar a esta gente. Durante los últimos treinta y siete años, han participado en la traducción de la Biblia al idioma Kuna.
Al mismo tiempo, han visto de cerca la guerra entre el bien y el mal. Algunos de sus colaboradores fueron asesinados.
“Los incrédulos dicen a los creyentes: ‘si tocan esas Biblias, los entregaremos a los terroristas como hicimos con los misioneros’”, dice Keith Forster. Entraron un domingo en la tarde, se llevaron a los tres misioneros juntos y nunca los volvimos a ver”, agrega.
Pero esos sacrificios no han sido en vano. El número de cristianos Kuna ha aumentado año a año y la iglesia de ésta isla ahora alcanza a otros pastores Kuna de la provincia.
Más de cien líderes de otras islas asistieron a un congreso para recibir capacitación por parte de los misioneros norteamericanos durante una semana entera. Los hombres pasaron horas estudiando la Biblia y memorizando las Escrituras, mientras que sus esposas aprendían himnos y recibían su propia capacitación.
Al ponerse el sol, el pueblo se reunió y llenó el local de reuniones donde se realizó un tiempo de alabanza a la luz de un generador, incluídas danzas y cantos en el idioma nativo.
Las tensiones seguirán en esta región mientras que el tráfico de drogas continúe. Pero los cristianos Kuna están seguros de que la influencia del Evangelio seguirá creciendo y que un día este paraíso tropical enviará misioneros alrededor del mundo.

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