Rev. Gustavo Martínez Garavito
“Y alzó sus ojos y miró, y he aquí tres varones que estaban junto a él;
y cuando los vio, salió corriendo de la puerta de su tienda a
recibirlos, y se postró en tierra, y dijo: Señor, si ahora he hallado
gracia en tus ojos, te ruego que no pases de tu siervo.
Que se traiga ahora un poco de agua, y lavad vuestros pies; y recostaos
debajo de un árbol, y traeré un bocado de pan, y sustentad vuestro
corazón, y después pasaréis; pues por eso habéis pasado cerca de vuestro
siervo. Y ellos dijeron: Haz así como has dicho.
Entonces Abraham fue de prisa a la tienda de Sara, y le dijo: Toma
pronto tres medidas de flor de harina, y amasa y haz panes cocidos
debajo del rescoldo.Y corrió Abraham a las vacas, y tomó un becerro
tierno y bueno, y lo dio al criado, y éste se dio prisa a
prepararlo.Tomó también mantequilla y leche, y el becerro que había
preparado, y lo puso delante de ellos; y él se estuvo con ellos debajo
del árbol, y comieron.Y le dijeron: ¿Dónde está Sara tu mujer? Y él
respondió: Aquí en la tienda”. Génesis 18:2-9
El versículo 5 del pasaje leído dice: “Pues por eso habéis pasado cerca
de vuestro siervo”. Abraham entendió que Dios había pasado cerca de su
casa, para ser servido y demostrar su amor.
La Biblia dice: “Por la fe algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”.
En la Biblia se enseña mucho con respecto a la hospitalidad; en muchos
pasajes se menciona la importancia de ser hospedadores. El apóstol Juan,
en su tercera carta, también le expresa ese afecto a un discípulo
llamado Gayo: “Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún
servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos”.
ABRAHAM TENÍA UNA ESTRECHA COMUNIÓN CON DIOS, VIVÍA MUY CERCANO A LA
PRESENCIA DEL SEÑOR, CONOCÍA E IDENTIFICABA CUANDO ÉL SE ACERCABA Y
SIEMPRE MOSTRÓ UN ARDIENTE ANHELO, UN PROFUNDO DESEO POR LA PRESENCIA DE
DIOS.
Si Abraham no hubiese sido un hombre espiritual, que anhelaba la
presencia del Señor, dispuesto a atender, adorar y expresar lo que
había en su corazón, hubiera podido fingir que estaba dormido o confiar
esta tarea a su mayordomo o alguno de sus siervos, porque contaba con
trescientos dieciocho sirvientes; quizá pudo haber dado instrucciones
para que nadie los atendiese, al fin y al cabo eran forasteros
desconocidos; en otras palabras, tenía argumentos como para presentar
una excusa y no servirles. Sin embargo, se levantó inmediatamente y
salió corriendo a recibirle. Era un privilegio grande e inmerecido y
Dios se lo concedió porque sabía que era diligente y estaba dispuesto a
servir, a dejar lo que tuviera que hacer, para darle prioridad exclusiva
a Dios.
En Juan 12:26, Jesús dijo: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo
estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi
Padre le honrará”.
Abraham fue constituido “servidor”; Dios honra al que le sirve, que
decididamente se despoja de su vanidad, de su orgullo, de las
comodidades, de todo lo que tiene, para rendirlo al Señor. Abraham se
dio prisa, corrió a la tienda donde estaba su esposa y la involucró en
el servicio, le dijo que amasara e hiciera panes, luego corrió donde
estaba su ganado y cogió un becerro tierno y también hizo partícipe a su
criado. Estos son los detalles que caracterizan a las personas
espirituales; son sensibles, conocen al Señor y hacen partícipes de la
bendición a otros.
Abraham involucró en el servicio al Señor a toda su casa. Les trasmitió
la visión, hizo que dispusiesen su corazón para servir. En 2 Timoteo
2:2, dice: “Esto encarga a hombre fieles, que sean idóneos para enseñar
también a otros”. El cristiano debe transmitirle a los demás lo que ha
recibido de parte de Dios, el propósito es dar a conocer la bendición,
llegar a los necesitados y para eso se necesita “diligencia”, la Biblia
recalca: “En lo que requiere diligencia no perezosos, sino fervientes en
el espíritu, sirviendo al Señor”. La vida cristiana tiene que ser
“activa”, Dios no quiere una iglesia nominal, religiosa, mundana,
indiferente, tibia; ¡Él quiere una iglesia viva, comprometida, que sea
luz en medio de las tinieblas!
ABRAHAM ERA SENSIBLE A DIOS, UN HOMBRE DILIGENTE, DE ADORACIÓN Y
ENTREGA. POR ESO, CUANDO EL SEÑOR PASÓ CERCA, SALIÓ CORRIENDO A
RECIBIRLE; MOSTRÓ INTERÉS DE QUE POSARA EN SU CASA. SOMOS UN PUEBLO QUE
ANHELAMOS LA VISITACIÓN DEL CIELO. DONDE ESTÁ EL ESPÍRITU DE DIOS, HAY
LIBERTAD.
En la Biblia encontramos personas que no dejaron que Dios pasara de
largo. Cuando Jesús llegó al pozo de Jacob en la ciudad de Sicar, en
Samaria, una mujer vino a sacar agua. Ella estaba necesitada de Dios y
Jesús, hablándole, llegó a lo profundo de su corazón. Esta mujer
necesitaba agua y se le concedió una “poderosa fuente de agua viva”; al
instante, ella dejo el cántaro, fue a la ciudad y dijo: “Venid, ved a un
hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” Y
la gente salió corriendo, dejando todo, para ver a Jesús y Él se quedó
con ellos dos días, enseñándoles la palabra y sanando a muchos. En otra
ocasión, dos hombres ciegos se dieron cuenta que Jesús estaba cerca y se
pusieron en el camino por donde iba a pasar; ellos no podían ver, pero
escuchaban, sabían que pasaría por allí y se dijeron el uno al otro:
“Viene una gran multitud, entre ellos está Jesús, quedémonos aquí hasta
que Él pase, porque es la única manera en que nos puede sanar”. Al estar
Jesús cerca de ellos, alzaron su voz y clamaron, diciendo: “¡Señor,
Hijo de David, ten misericordia de nosotros!”. Al oírlos, Jesús no pasó
de largo, se detuvo y los sanó.
Existen otro tipo de personas, como los habitantes de Gadara, que
dejaron pasar de largo a Dios. Después que Jesús libertó a un hombre
endemoniado, poseído por una legión de demonios, que nadie había podido
controlar, no les importó; había operado un milagro, pero se preocuparon
más por los cerdos y le pidieron que se fuera.
Existe gente que, cuando el Evangelio toca la puerta de sus vidas,
dice: “A mí no me hable de esas cosas, váyase”; no quieren tener a Dios,
lo desprecian.
La Biblia relata en Lucas 24:13-35, la actitud de dos discípulos que
iban camino a una aldea llamada Emaús. Jesús, resucitado, se les
apareció, pero al verle no le reconocieron, y fue platicando todo el
camino. Cuando llegaron a la aldea, Jesús hizo como que iba más lejos,
pero ellos le pidieron que se quedase, porque estaba oscureciendo.
Tenían necesidad espiritual, se sentían solos, tenían miedo, por eso
querían la compañía de este forastero, “mas ellos le obligaron quedarse,
diciendo: Quédate con nosotros”(v. 29). Fue así que en el momento de
partir el pan se dio a conocer a ellos. Entonces salieron corriendo a
Jerusalén y decían: “Con razón ardía nuestro corazón cuando nos
hablaba”. Es que la Palabra de Dios hace que el corazón se encienda, se
llene gozo y alegría. ¿Qué hubiese sucedido si no se lo pedían
encarecidamente? ¿Qué hubiese sido de ellos?, si Jesús hubiese visto
indiferencia, quizá pasaba de largo; pero Él vio la necesidad y dijo:
“No puedo pasar de largo, no puedo ser indiferente, tengo que quedarme
aquí, para poderles revelar que no estoy muerto, he resucitado y vivo
para siempre”
¿Qué hubiese sido de Abraham si el Señor pasaba de largo? ¿Su vida
hubiese sido igual? No lo creo. Porque ese día, Dios le declaró el
futuro: “De cierto volveré a ti; y según el tiempo de la vida, he aquí
que Sara tu mujer tendrá un hijo”. Dios estaba revelando que el momento
estaba cerca. Humanamente no era posible; Sara, su esposa, no estaba en
condiciones de concebir. Era la oportunidad de Abraham para perpetuar su
descendencia.
¡No deje que Él pase de largo, reténgalo! Dígale: ¡Señor, bendíceme,
tócame, sáname, atiende mis suplicas y mi necesidad! Dios quiere oír su
voz, su oración, Él quiere sanar su cuerpo y llenar su alma, ¡Levántese,
como hizo Abraham y reciba a Dios en su corazón!
DIOS NO PASARÁ DE LARGO SI HAY UNA PERSONA NECESITADA, PORQUE ÉL NO
DESPRECIA UN CORAZÓN CONTRITO Y HUMILLADO; ÉL QUIERE HOMBRES Y MUJERES
ÍNTEGROS, QUE LE ADOREN EN ESPÍRITU Y EN VERDAD.
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