jueves, 26 de enero de 2012

La Maldad que está en Nosotros.


Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley. Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.1 Juan 3:4-5.
En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.1 Juan 4:9.

Seréis como Dios” (Génesis 3:5). De todas las propuestas que se le han hecho al hombre desde el comienzo de la humanidad, ésta es la que más lo enaltecía. ¡Pero también es la trampa más grande! La aspiración a dominarlo todo y a la libertad total está presente en todas las generaciones. Preferiríamos no tener que rendir cuentas a nadie, pero esta actitud significa no admitir nuestros propios límites, y esto es un acto de rebeldía hacia nuestro Creador.

Querer hacer lo que me apetece sin tener en cuenta a Dios ni a los demás, infringir Sus mandamientos o fiarme tan sólo de mi propio juicio, eso es lo que la Biblia llama pecado. Esta actitud nos aleja cada vez más de Dios. Entonces nos sentimos culpables ante Dios; y es que realmente lo somos. Somos pecadores, así nos ve Dios, pero también nos ve como sus criaturas que necesitan ser perdonadas y salvadas.
No podemos salvarnos a nosotros mismos; sólo Dios puede hacerlo. Lo demuestra la declaración hecha por Jesús en la cruz: “Consumado es”. La cruz de Cristo es el lugar de enfrentamiento entre el Dios Salvador y el pecado; es el lugar de su victoria por medio del don de su propio Hijo. Pero para disfrutar de esa victoria es necesario ampararse bajo la cruz.



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