jueves, 19 de enero de 2012

“En todo tiempo ama al amigo…” (Pr. 17:17)

<em> “En todo tiempo ama al amigo…” (Pr. 17:17)</em>

Hay amistades que nos acompañan solo por un tramo corto del camino, pero su huella en nuestras almas nos acompaña el resto de nuestras vidas.

Ese es el caso de  mi amiga Eveline , a la que dediqué este tributo por la insistencia de otra amiga para que contribuyese con un artículo basado en la amistad para un periódico del colegio.

 Antes de darle lo que había escrito a la redacción de este diario, quise pedirle permiso a Eveline y se lo mandé a ella por correo electrónico. En breve ella me contestaba no solo con su visto bueno, sino con su versión de la misma historia , enriqueciendo así lo que inicialmente yo había escrito. Siempre hay dos historias de una misma verdad, y cuando ambas se conocen podemos disfrutar del espectáculo en toda su diversidad.

 TRIBUTO A MI AMIGA…

Ella había llegado al colegio un par de años antes; yo empezaba 5º de EGB con un par de semanas de retraso por la mudanza.

Ella tenía tres hermanos más en el colegio; yo era la única (mis tres hermanos ya estaban o en la universidad o el instituto)

Ella tenía un acento dulce y melodioso del trópico; de mi acento andaluz se empezaban ya a reír algunos.

Su familia gozaba de una buena tranquilidad económica, aunque su padre se ausentaba en ocasiones porque sus responsabilidades como piloto así lo demandaban; mi familia esperaba que el sueldo cubriese lo imprescindible, mis padres eran expertos en estirar las pesetas, con la ayuda de Dios (nunca mejor dicho…)

Todas las niñas querían ser amigas de ella; yo aún no tenía amigas en Madrid.

Y ella fue en mi busca. Y se preocupó de que todos me hiciesen un huequito en sus ajetreadas actividades de patio, incluso en algún que otro cumpleaños. Creo que se fijó en mí, precisamente porque ella conocía por experiencia propia, el dolor de las separaciones y el duro trabajo de hacerse hueco en un lugar nuevo.

Ella se convirtió en mi mejor amiga, en mi amiga preferida, no en la única amiga, pero si en mi amiga del alma durante dos años y medio muy especiales e intensos… luego lloré inconsolablemente cuando sus padres de nuevo tuvieron que mudarse.

Y siguieron las cartas y los regalitos escondidos en los sobres. Las dos estábamos empeñadas en que nada, ni el tiempo, ni la distancia nos robase aquello tan precioso que habíamos construido en contra de tantas cosas. Al principio eran frecuentes y muy largas, teníamos que contárnoslo todo… (Todavía no estaba a nuestro alcance la tecnología actual) pero ¡no nos hacia falta!
Incluso llegó a visitar España con su familia en una ocasión, que aceptamos como un regalo del cielo las dos.

Yo me casé primero, y ella me mandó una carta preciosa llena de tiernos deseos. Yo tuve mi primer bebé y ella desde Brasil me mando un trajecito…

No sé muy bien en que mudanza, si de ella o mía, perdimos el contacto… y desgraciadamente aquella amistad que había sobrevivido décadas, se convirtió en uno de mis preciados recuerdos de infancia y en el fondo de mi corazón le pedía a Dios, que si había alguna forma de volver a cruzar nuestras vidas…

Hace dos años recibí una tarjeta: ella vivía ahora en California, yo en Torrejón. Ella había visitado a su madre en Brasil y había encontrado allí una carta mía, que como recurso probablemente perdido yo le había mandado, no sabiendo si alguien de su familia viviría todavía en una dirección antigua que encontré en una vieja agenda. Yo tengo tres hijas, ella desborda su amor en los niños con los que a diario topa en su labor de asistente social.

Esta navidad me extrañó no haber recibido una felicitación suya… las suyas son especiales, siempre lo han sido. A principio de año recibí un correo electrónico: su padre acababa de morir, el mío se fue hace ya trece años… las dos lloramos juntas, en la distancia, las pérdidas de nuestros queridos e inolvidables padres.

Ella se llama Eveline, yo… no tiene importancia.

 ELLA SE LLAMA MARÍA ESTER… SIN LA “H” POR FAVOR…

Vino de Jaén…Yo tenía un mapa de España en la pared, arriba de mi cama, y Jaén siempre me había llamado la atención. No sabia por qué hasta el día en que la conocí.

Tenía el pelo más negro que el color negro, y lo arreglaba detrás de una oreja como jamás yo pude hacer con el mío.

Como cualquier niña en el 5º EGB necesitaba amigas, y yo fui la primera en la cola para ser su amiga y darle las bienvenidas a nuestro colegio: “Padre Coloma”.

Maria Ester no salía al pasillo para rezar los Ave Maria(s), y eso me parecía sorprendente. Yo la respetaba más y la quería más por eso. Tenía sus motivos; su padre era pastor de la iglesia Evangélica. Eso era algo nuevo dentro de mi chiquito mundo católico. Una vez, caminando hacia el campo, dándonos las manos, hablamos de reunir todas las religiones en una sola. Que maravilloso sueño de infancia!

Su madre hacia la paella más rica de Madrid. Yo intenté, sin éxito, decirle a mi madre los ingredientes que iban en esa paella… Pero mi madre no era de Andalucía.

Su padre me pintó un cuadro por mi cumpleaños. Un burrito muy curioso que por algún tiempo pensé ser yo misma, puesto que Maria Ester me había asegurado de que su padre pintaba muy bien a la gente.

Ella fue a dormir a mi casa una noche, y tuvo miedo. Y me dio lástima no saber cómo consolarla. Me di cuenta, entonces, que realmente contaba con una muy estrecha relación con sus padres y que era de verdad una perla para ellos.

En la clase, nos pusieron sentadas juntas hasta que descubrieron que hablábamos por demás. Y que nuestra fértil imaginación, añadida a las sencillas tonterías de niñas de 5º EGB, nos hacia carcajear al recordar a Caín y Abel.

Quedaron bellos recuerdos de una dulce amistad que continúa a crecer a través de la distancia. Sus cartas con sus dibujos me hicieron sonreír. Yo la extrañaba… La extraño.

Se casó más joven que yo…pero yo más ingenua que ella.

Tuvo preciosas hijas…yo las tuve solo en sueños…y Dios me dio a mi a cuidar de los hijos de otras madres.

Su matrimonio se fortaleció…el mío, marchitó…y me dolió decírselo…pero nunca dudé de su apoyo, su comprensión, y de su amor de amiga.

El tiempo pasó, parte del mismo sin saber de Maria Ester, pero sin perder la esperanza de reencontrar a mi querida amiga de infancia.

Y ahora que la tengo “cerca” no la voy a perder de vista porque es el mejor reflejo de una infancia española con sabor a guitarra flamenca rodeada de niños felices, creando lazos de amor que perduran por toda una vida.

 “Nunca abandones a tus amigos…” (Prov. 27:10)



 María Ester Sánchez es p rofesora, dirige la  ONG Mosaico de Esperanza  y el ministerio  Operación Bernabé . Está casada con Guille Eddy y tiene tres hijas. 

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